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Seguimos al camino a Habovka, un pequeño pueblo perdido entre los Tatras donde tenemos nuestro alojamiento. Llegar hasta Habovka desde cualquier sitio de Eslovaquia hubiera hubiera sido casi imposible de no ser porque íbamos en el coche de nuestro amigo Villa. Es posible ir con transporte público, pero en esta zona es recomendable moverse en coche.
El entorno es espectacular. Un paisaje inundado por el verde que incita a hacer senderismo y perderte entre los bosques, eso si, que no te vean los osos. Consultando los mapas de la zona ves iconos de osos donde es posible encontrarte con alguno, algo que no deseamos.
Dando un paseo, al lado del río, hay un campo de fútbol donde están los bomberos intentando arreglar una bomba de agua para regar el campo de fútbol. Junto a ellos están todos los niños del pueblo intentando ayudar. Esta situación me recuerda al pueblo cuando era pequeño y no eran necesarias tantas tonterías como tenemos ahora.
Más tarde, en la cena, recuerdo una anécdota. El camarero nos invita a chupitos, nosotros le sugerimos que nos acompañe, pero él nos dice serio que hace años que dejó el alcohol.
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El alcohol en Eslovaquia, es el drama de muchas familias, un drama nacional. Villa nos cuenta que aquí es imposible acceder a otro tipo de drogas que en España consideremos como baratas, como el cannabis, debido a los bajos sueldos del país, por lo que el alcohol es la única droga posible.
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